La segunda pieza del rompecabezas, son las percepciones. Dependemos plenamente de las percepciones. Nuestros receptores sensoriales se encargan de trasladar varios tipos de estimulaciones físicas al interior de nuestro cerebro por medio de señales codificadas, que tienen que ser traducidas para que consigan un significado. Cuando un receptor determinado es estimulado por su energía exterior específica, envía una señal al cerebro, señal que deber ser descodificada. Estos receptores especializados se sitúan en nuestros sentidos y, así, podemos ver, oir, tocar, oler o saborear. No tenemos que confundir estas sensaciones con las emociones, ya que son dos dimensiones diferentes de la experiencia.
Pero una cosa es el significado que le da nuestro cerebro, y otra muy diferente la realidad objetiva. En su camino hasta el cerebro, muchos componentes son eliminados mientras que otros son añadidos. Aproximadamente entre el 75 y el 90% es consecuencia, no de la realidad, sino de nuestra historia personal. Vivimos en algo llamado 'el presente' y se supone que consiste en la relación entre lo que percibimos y lo que decimos que estamos haciendo. Es decir, el proceso es: significado = momento + memoria. Y ello produce lo que llamamos el estado presente, que es la tercera pieza del rompecabezas.
La cuarta pieza es el estado deseado, que está compuesto por nuestras creencias (¿qué es importante para mi?), nuestros valores (¿por qué esas creencias son importantes para mi?) y nuestras expectativas (¿cómo o cuando conseguiré esas creencias o valores?). Cuando nuestro cerebro genera un significado, este significado es comparado en relación con las creencias, valores y expectativas que tenemos en ese momento.
El producto de esta comparación son nuestras emociones, la quinta pieza del rompecabezas. Cada emoción que tenemos es un indicativo de si el estado presente se acerca o no a nuestro estado deseado. Cuando se acerca, nuestras emociones son satisfactorias, cuando no se acerca, las emociones son de sufrimiento. Las emociones son un simple 'feedback' entre lo que las cosas son y lo que deseamos que sean. Por lo tanto no hay emociones buenas o malas.
Nuestro cerebro combina estos elementos (estado presente, estado deseado y emociones) para crear lo que llamamos realidad, la sexta pieza. Realidad y entorno no es lo mismo, por supuesto. La realidad es un estado completamente subjetivo, consecuencia del significado que le hemos dado a la información que nos ha llegado a través de las terminaciones nerviosas de nuestros sentidos, una vez pasada esta información por los filtros de la memoria, unido al estado deseado y la comparación entre ambos. Nuestro conocimiento consciente aparece después de que se haya procesado el imput sensorial. La mente inconsciente, por su parte, ha recibido, filtrado, procesado y evaluado lo que le ha llegado del entorno.
Entonces, todo lo que queda es la selección de una respuesta conductual, la última pieza del rompecabezas. Nuestro cerebro elige una respuesta conductual entre todas aquellas que ha ido aprendiendo a lo largo de la vida. Aprendemos distintas vías para responder a la rabia, a la cólera, a la tristeza o a la felicidad.
Los anclajes son una técnica para aprender a guardar recuerdos positivos, y olvidar las experiencias negativas de nuestra vida. El ser humano es anclador por excelencia, y cada vez que sucede algo en un momento de una emoción muy fuerte, ese hecho marca toda nuestra vida. La P.N.L., nos enseña cómo convertirnos en ancladores positivos y conscientes, usando los tres canales de comunicación (visual, auditivo y kinestésico).
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